Nada y todo con Amparo

Claud
3 min readApr 19, 2020

Acabo de confesarle un crimen a una amiga. Ipso facto, ella me confesó otro crimen parecido. De hecho es igual, pero de diferentes bibliotecas. Hablábamos, de la reciente muerte de Amparo Dávila. Creo que yo le di la noticia. Después de un rato me dijo que llevaba tres minutos viendo la pared, no sé por qué di por hecho que ella estaría enterada para esta hora del día.

Pensar en las bibliotecas en donde se cometieron los dos crímenes (probablemente fueron más) y en la muerte de Amparito hace que mi cerebro establezca una red de conexiones, así como sinapsis.

El año pasado llevé los cuentos de Amparo a un espacio de adultas mayores con un nombre bien bonito: Hilos de plata. Recuerdo que ese día iba sola porque a mi compañera (la amiga del crimen de arriba) le habían ofrecido otra oportunidad de trabajo. Yo era casi nueva en ese lugar y todavía no lograba hacer match con las señoras de Hilos de Plata, pero bueno, llevé ese libro porque en mi experiencia, si dices que un libro es de terror, es menos rechazado. Y así empezamos, entre seis o siete señoras y yo (todavía me niego a ser una señora en el nombramiento) leímos Estocolmo 3. En ese momento de primer contacto, de poca cercanía en donde casi nadie habla o la mayoría de las participaciones son positivas me sentí sofocada, no había llevado antes una sesión de lectura sola y pocas veces había trabajado con adultas mayores… bueno, pues al terminar salí corriendo de ahí, la verdá, ¿verdá?

Luego entonces, hace unos días comencé un taller de escritura en dónde las guías resultaron ser las editoras de un libro que atesoré mucho el año pasado, y que recuerdo casi con lupa el día que lo conseguí porque está empapado de significados. También está empapado de agüita y un buen de personas que narran en distintos formatos su experiencia con el agua. El libro lleva por título “Nada” y pues nada, ese día estaba lloviendo, el piso estaba mojado, mi espalda estaba mojada porque llegué barriendo a la presentación del libro, que estaba ya por terminar, y del otro lado de la presentación de este libro había, simultáneamente, otra dónde entrevistaban a una nadadora. Hubo tanta agua ese día que al otro día terminé cruda, no es un acertijo.

Después de algunas sesiones en dónde ya me sentía más dicharachera con las Hiloplatenses, empecé a llevarles el “Nada” y platicábamos no sólo de nuestras experiencias con el agua sino también de las experiencias con el miedo y las estrategias para superar lo que fuera que estuvieren atravesando; ellas llevaban la plática, en realidad, yo sólo les llevaba el libro y lo leíamos juntas. Estas conversaciones se hibridaban mucho con las conversaciones que surgían cuando leíamos los cuentos de Amparo, en donde algunas expresaban haberse reconocido en las protagonistas de los cuentos y las asociaban mucho a sus experiencias vividas como mujeres del siglo pasado y experimentando los cambios sociales del siglo presente. En hilos de plata leíamos de todo, pero los libros que no soltamos fueron precisamente Nada y El Huésped. Los leímos en primavera, durante festejos de cumpleaños y hasta en navidad.

Ahora, con esta pandemia y las estrategias paralelas creadas en medio del caos que exige un tipo de inmediatez en los trabajos, creo que de muchas, mis propuestas fueron capsulas sonoras de menos de dos minutos resumiendo semblanzas de alguna escritora, casualmente el miércoles fue el turno de Amparo Dávila. Aunado a esto, ayer menteré en Hasta la entraña (el taller de escritura), de que Nada está en descarga gratuita (y yo comprándolo) (no es cierto, es bellísimo tenerlo); estas dos aguas me llevaron a escribirle a las hiloplatenses para contarles estas dos noticias, creí que podían ponerse tristes, sí, pero también contentas porque siempre me preguntaban en dónde podían conseguir el libro. Después de un rato una de ellas contestó: “Que Dios nuestro señor le de luz perpetua y descanso eterno a la Dra Amparo”. Y pues sí.

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